Por Manuel  Estévez

Para mí hablar del FICIB es difícil, primero porque es organizado por los amigos de Barrio Colombia, segundo por conocer el esfuerzo que se hace cada año para realizarlo y tercero por la diversidad y autenticidad de los artistas participantes. Este año asistimos a una función en la cual estuvieron Andrés Gualdrón, Nano Stern y Pablo Dacal en la Fundación Gilberto Alzate.

Andrés Gualdrón es un percusionista que canta o es un cantante con un tom de piso, eso no lo sé, me resulta interesante su uso extremo de la disonancia y la forma como fluyen palabras complejas y aparentemente arrítmicas en sus letras.  Su más reciente trabajo con los Animales blancos está recién salido del horno y aún humeante. Se presentó solo la mayor parte del show con su guitarra y su tambor, al final se le unió el guitarrista de los Animales.

Nano Stern es un cantante extraído de algún lugar entre los juglares del Medioevo y los cantantes protesta de los años setenta. Su espectáculo es muy energético y tiene el sello del viajero que ha recorrido y que canta las historias de varios años de camino. Sentido homenaje a Violeta Parra y el folklore andino en general, sumado a la carismática presencia en escena de este chileno.

Pablo Dacal es en sí un cantante argentino, heredero perfecto de la tradición cultural de su país, mucho pop y un toque de nostalgia. Canciones suaves, armónicas y una postura muy elegante y sobria en el escenario. es un cantante del olvido y al recuerdo, estuvo acompañado por un percusionista y una chelista colombianos con quienes tuvo un trato de hermandad muy bonito y exaltó muchas veces durante la presentación.

Una función contrastante y muy entretenida, un festival del cual me es difícil opinar y al cual deseo lo mejor siempre. Su función es mostrar artistas itinerantes que de otra forma nunca habríamos podido conocer muchos de nosotros. Qué buena función.