Por Manuel Estévez

«Un hombre sabio dijo: Si hay una desviación en el camino, tómala. Sólo olvidó mencionar qué camino tomar».
El brasileño Fernando Meirelles (Ciudad de Dios), nos presenta su más reciente película ‘360’, una historia de relaciones humanas y fraternidad. El director, nos cuenta de forma paralela la vida personal de personas en distintas ciudades del mundo que se conectan de una forma u otra, haciendo especial énfasis en los conflictos internos de cada uno y su forma de resolverlos. En esta ocasión trabaja con un elenco de lujo, encabezado por Antony Hopkins, Jude Law, Rachel Weisz, acompañados de actores de distintas nacionalidades e idiomas.
Sentí similitud con ‘Babel’ de Alejandro González, pero Meirelles desarrolla más historias, es más profundo en su diálogo y logra una coherencia bastante bien lograda de su melodrama. Mientras ‘Babel’ es un llamado a la comunicación entre generaciones distintas, ‘360’ conecta a los seres humanos de todas condiciones, sus anhelos y sus luchas. También me recordó a Win Wenders en ‘Tan lejos tan cerca’, por los múltiples idiomas y el llamado a la fraternidad entre los pueblos. Parece que nos hemos encargado de dividir el mundo por religiones, edades, idiomas y 360 es una llamado incluyente.
Su narrativa tiene un tono muy latino; es una película de autor, propia y muy fuerte por momentos, incluso brutal. Su cinematografía es bastante acorde y por momentos tiene un tono documental muy agradable. Su banda sonora es impecable y cuenta con artistas como Tom Waits o Lasha, quienes con su música ambientan de manera ideal cada lugar donde la película nos traslada.
El clímax es un poco difícil de ubicar, pero hay una escena muy estresante justo después de la mitad, que obviamente no les voy a contar, pero seguro los va a perturbar y ya se van a acordar de mí. Ahí lo sentí yo y luego entré en una zona de confort con el final, muy complaciente con el espectador.
Esta es, para mi gusto, una de las mejores películas de este año en salas de cine en Colombia, al salir del cine sentí que en un parpadeo del ojo podía estar saliendo de un teatro en Nueva Delhi o París y me hizo pensar que muchas veces miramos la esquina y se nos olvida la avenida. Nuestro mundo personal es como una gran serpiente que nos digiere al ritmo que se lo permitimos y si nosotros queremos podemos buscar la luz y escapar de ella. Las ciudades explotan ante nuestros sentidos, la brisa nos golpea en la cara y somos parte de un todo. Me conecté mucho con esta película, pero como siempre les digo vayan y véanla y me cuentan qué les pareció.
