Por Manuel Estévez
Fotografías Gina Navarro
No todos los días podemos decir que regresamos 20 años en el tiempo. No todos los días se ven a los amigos de hace dos décadas. Pocas noches podemos sentir lo que sentíamos cuando teníamos esperanza en un futuro mejor y nos creíamos capaces de obtenerlo. El concierto de Hora local, fue eso y mucho más. Fue vernos más maduros, con menos pelo y padeciendo el mundo que los hippies construyeron. También el encuentro de la banda con un público que los recordaba de manera mítica y con otro que sencillamente no los conocía.
La noche bogotana se calentó cuando en la tarima del Asilo bar se subió la banda Ceros humanos, un proyecto nuevo que con un estilo entre el Post Punk y el Rock & Roll animó a los asistentes. Su vocalista Gabriel Cañón me confesó que Hora local era una de sus máximas influencias, lo cual se notó en letras descarnadas, teclados y una potente propuesta. El momento más bonito fue cuando Fernando Muñoz, bajista de Hora local, se subió a la tarima y recordó un tema de Necro Nerds, banda de la cual fue guitarrista
Hacia la media noche, luego de una espera de dos décadas, Hora local empezó a prepararse. A la usanza de antes, haciendo una mini prueba de sonidos y afinando sin ruborizarse a oído entre sí. Intempestivamente Ricardo Jaramillo arrancó con el riff de ‘La Chica de Chernobyl’ y el piso empezó a temblar con el peso de más de 100 personas saltando frente a la tarima. Posteriormente continuaron con ‘El Rock no te necesita’, a lo que un amigo me dijo: “arrancaron con todo”. La inconfundible narración del fin del mundo y el final de la BBC de Londres a cargo de Eduardo Arias dio paso a ‘Londres’ “dicen que el hombre ya no existe, que la tierra se ha partido en dos”. Tras algunos ajustes sonaron ‘Matanza en el bar’ y ‘No ha pasado nada’. Posteriormente y tras el respectivo crédito a la letra de Luis Alberto Uriza, sonó la canción que para mí marcó una época de jeans rotos y el desvanecer de una falsa ilusión de justicia y orden ‘El mundo que los Hippies construyeron’. ‘Los Tacones de Hollywood’, me permitió ir a la barra a saludar y brindar con varios amigos por este momento tan especial que estábamos viviendo. Luego me suicidé cortándome las venas de ambas manos con un cuchillo plástico de dotación mientras sonaban los teclados y el bajo de ‘Hace frío en el infierno’, la cual siguió la épica ‘Héroes americanos’ Una actualizada versión de ‘Orden público alterado’ nos hizo poguear con la alegría de hace 20 años, sin violencia y con la convicción de estarlo dejando todo. Un repertorio corto que fue complementado por la repetición de Chernobyl y Londres.
Todo mundo feliz. El público, la banda, todo el mundo. Antes de irme conversé con Gonzálo de Sagarmínaga, baterista, y le dije que por favor no se fueran a “actualizar”, que mantuvieran viva la esencia de la banda y Gonzalo me respondió “Ni por el putas”.
