Por Manuel Estévez

Cuando era niño vivía la fiebre que suscitaban las salidas del arco del libero René Higuita y sus heroicas actuaciones bajo los palos. Decidí hacerme portero, pero mi metro con ochenta y dos de altura no fue nunca una garantía para el arco, así que regresé a jugar de estorbo derecho o central. Luego en los noventa vino la época gloriosa de escoger entre Farid Mondragón, Oscar Córdoba y Miguel Calero para la Selección Colombia de fútbol. Cualquiera estaba en condiciones de aceptar este reto. Cada uno tuvo su oportunidad y momento. También tuvieron sus errores, como el gol del ‘Piojo’ López en Barranquilla a Mondragón o la burrada de Córdoba en la final de la Libertadores frente a River y que le implicó perder por cuarta vez el esquivo título al América. Pero eran tres impresionantes porteros.
Hoy el trío se volvió dúo. Hoy se apagó la vida de un deportista a toda prueba. Miguel Calero ha fallecido. Murió por los problemas vasculares que casi le cuestan hace unos años la amputación de un brazo, pero de los cuales se recuperó y regresó a la cancha sabiendo que arriesgaba la vida. Llevaba un día en muerte cerebral y los diagnósticos no podían ser peores. Simplemente estaban esperando una falla general para declararlo oficialmente muerto.
Calero fue un odiado rival. Odiado por ser muy bueno y por no tenerle miedo a las hinchadas de sus contrincantes. Su fuerte personalidad le permitió ser local en cualquier estadio del mundo. Como arquero de la Selección Colombia tuvo momentos inolvidables como el empate frente a Brasil en las eliminatorias para Japón y Corea, los tres penaltis desperdiciados por Martín Palermo y la obtención como suplente de la Copa América. En Atlético Nacional siempre se recordará su famosa salida frente al ‘Tigre’ Castillo que evitó la conquista americana y que permitió al club antioqueño ser campeón del rentado nacional. En el Pachuca, fue un líder para el equipo Tuzo, ingresó en los archivos del club mexicano como uno de sus más representativos jugadores. Actuaciones maravillosas como cuando le tapó un tiro desde los once pasos a Landon Donovan y convirtió el suyo para hacerlos campeones de la Copa de Campeones de la Concacaf o el inolvidable gol de cabeza a las Chivas en el minuto 90. Actualmente se desempeñaba como entrenador de arqueros del equipo mexicano.
Miguelón, el Cóndor, Calero Show, fueron algunos de los apelativos que se ganó en su carrera. Despido a Miguel Calero de forma sentida de la mejor manera que puedo. Es que los futbolistas terminan siendo como amigos de uno y así uno siente su dolor. Esta es una prueba que quizá la vida no vale tanto como los sueños y cuando uno se arriesga por algo lo debe completar hasta las últimas consecuencias. Adiós Miguel.
