Ni camaleones ni duques, David Bowie se marchó hace un año

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Por Manuel Estévez

@Sonoadicto

David Bowie fue muchas cosas en su vida. Actor, mimo, lector, compositor, cinéfilo, cantante, saxofonista, productor, pintor, símbolo sexual, este artista inglés cambió con su sonrisa el mundo que lo rodeaba. Enero es un mes sensible para sus fans, se conmemora su nacimiento, último lanzamiento discográfico y muerte.

Bowie es probablemente el músico inglés más influyente dentro de Inglaterra y entre círculos un tanto más cerrados de cultura. Nunca fue un artista de consumo masivo como The Beatles o un símbolo de la eterna juventud del rock como los Stones. Era diferente. Era único, a pesar de ser muy hábil a la hora de escoger el sonido que presentaba en cada uno de sus discos. Nunca inventó nada pero siempre supo qué hacer en cada momento.

Amante del rock & roll y la música negra, toco eso toda su vida. Supo presentar su trabajo de tal manera que siempre pareciera que hacía otra cosa y esa fue la clave de una carrera maravillosa de grandes piezas artísticas. Admiraba a Elvis (con quien comparte fecha de nacimiento), Little Richard, Lou Reed y Bob Dylan. Siempre tuvo clara la simpleza para lograr que la música conecte con la audiencia.

La sensualidad parecía la principal motivación de sus letras y su pose. Hábil lector y observador cultural privilegiado, condensó tantos detalles en torno a su obra que, a la manera de Tolkien, construyó un mundo estético donde todo parecía perfecto. Una amalgama de religiones, creencias, sensaciones, perversiones y saberes que desembocaban en este personaje ultra hedonista en que se convirtió.

Bowie tuvo la capacidad de ser un ser igualmente atractivo para hombres y mujeres. Pudo cuestionar nuestra orientación sexual muchas veces. En los setentas aseguró que era gay y el los ochentas formalizó su segundo matrimonio con la modelo Iman, quien lo acompañó hasta su muerte. Era un tipo libre de ir y venir.

Tuvo una relación cordial con los jóvenes. Apadrinó a artistas como The Killers, Arcade Fire y dio un espaldarazo a la carrera de Lorde al decir que era la música del futuro. Quizá nunca se acercó al rap o al reggaetón pero por demás el jazz, el punk, el folk, el electro, el pop y el rock estuvieron dentro de su repertorio. Y siempre disfrutó el chiste de decir que había hecho un buen cover de la canción The Man Who Sold The World de Nirvana.

Editó álbumes fantásticos como la fábula espacial Space Odditty, el ícono del glam Ziggy Stardust, el descubrimiento del krautrock alemán Heroes, el gótico Scary Monsters, la fantasía pop Lets Dance, el electro rock Earthling y el testamento jazz Black Star. Muchos discos, cada uno un mundo diferente, cada uno con vida propia.

En su carrera colaboró con músicos y artistas como Philip Glass, Pat Methany, John Lennon, Ryuichi Sakamoto, Giorgio Moroder, Pete Townshend, Mick Jagger, Tina Turner, Cher, Bing Crosby, TV On The Radio, Lou Reed, Trent Reznor y la lista continúa. Además, siempre tuvo a grandes músicos en su banda y grabó con muchos de los mejores instrumentistas del rock. Guitarristas como Earl Slick, Carlos Alomar, Reeves Gabrels, Adrian Bellew, Stevie Ray Vaughan y Robert Fripp; bajistas como Gail Ann Dorsey y Tony Visconti; teclistas como Vince Clark, Mick Garson y Rick Wakeman; bateristas como Sterling Campbell y Zach Alford. En castellano, miembros de King Crimson, Tears For Fears, Yes, Depeche Mode, Duran Duran, The Cure y otros pasaron por su agrupación.

Como actor tuvo destacadas partes en películas de culto como El Hombre que cayó a la tierra, Furyo, La Última tentación de Cristo, El Gran Truco y El Ansia. Papeles misteriosos como un extraterrestre, un soldado homosexual en un campo de concentración japonés, un gobernador romano en épocas de Jesús, el científico más venerado de la historia moderna y un vampiro dandy. Casi siempre versiones de él mismo y sus momentos.

Según leí hace poco pasó sus últimos días alejado de todo. Vivía en Nueva York y realizaba una rutina de caminar por la misma calle, seguir una ruta determinada y comer siempre en el mismo sitio un sanduche de espárragos y una botella de agua. No quería saber mucho de la prensa y renunció a muchas entrevistas. Luego de diez años de para presentó su nostálgico disco  The Next Day y posteriormente, tal vez motivado por su enfermedad, editó Black Star, un sutil anuncio de su partida.

El camaleón del rock, el duque blanco, y todos esos apodos autoimpuestos o inventados por la prensa, no son realmente descriptivos con este artista que supo llevar la mutación a niveles muy altos. Logró hacer de sí mismo una marca registrada y cada uno de sus actos eran parte de un elaborado libreto. Incluso había un lenguaje Bowie en sus canciones. “The Crack In the sky”, “Mayor Tom” o “Nothing has change” eran reiterativas expresiones que contaban sus adicciones, amores, envidias, nostalgias y elucubraciones.

Se marchó en el momento preciso, antes de ser una pieza de museo o un decrépito recuerdo. Se fue de tan teatral manera que aun muchos dudamos la veracidad de su muerte. Mágico, impactante, atractivo y seductor, viajó hace un año de vuelta a su lugar de origen. Ese donde tanto se preocupó por llegar con su estudio del budismo, el ocultismo y las religiones antiguas.

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