Por Manuel Estévez

@sonoadicto

Al parecer está de moda cambiar de estilo. Ya pasó con Star wars, el Centro Democrático y Carlos Vives. Woody Allen a sus 83 años lo hace de una manera muy particular. Por un momento es como si hubiese escrito una de sus más recurrentes historias pero le encargara a otro la dirección.

Celos, amoríos, envidia, violencia y todo lo que este gran observador de la condición humana puede narrar pero con un formato teatral en un claro homenaje al oscuro escritor Eugene O Neil, a la novela negra y a los textos clásicos, tan amados por el director. La Rueda de la maravilla es, un momento de fuga de Woody Allen.

Kate Winslet desarrolla un papel brillante como una frustrada actriz, con tendencias a la infidelidad y un alcoholismo reprimido por años. Sobre ella cae todo el peso de la historia, realizando lujosos monólogos en los cuales logra desaparecer el entorno y se posesiona de todo alrededor.

Justin Timberlake logra un excelente papel de Justin Timberlake en los años cincuentas. Juno Temple equilibra el trabajo con una actuación muy a la medida del gusto de Allen. Jim Belushi maneja un bajo perfil convincente. Jack Gore, el niño pirómano, funciona como un escape razonable a tanta tensión.

Muchos dicen que Woody está sobrevalorado, otros no lo bajan de abusador de niños. Yo no soy imparcial, admiro su trabajo y considero que esta es una buena película. Intensa, decadente en el sentido clásico de la teatralidad, con el sello del autor y con la figura de una Winslet sobresaliente y seguramente atormentada por Allen durante el rodaje.

La figura de la rueda de Conny Island, ese lugar otrora próspero, al cual ya Bowie nostálgicamente le cantó en la canción Slip Away, es bellamente recreado gracias a la hermosa, realmente hermosa, fotografía de Vittorio Storaro, la dirección de arte de Miguel López-Castillo y el trabajo de decoración de Regina Graves. La imagen es tan dramática por momentos que parece Lynch escrito por Allen.

La película se estrenó unos días después del cumpleaños de Woody a quien le deseo muchos años más de vida y aunque se sienta más allá del bien y el mal le recomiendo abstenerse de opinar en ciertas cosas, yo con la mitad de su edad he aprendido la virtud contenido en saber hacerse el pendejo.