La Favorita, humor negro, política y cobijas

Por Andrés Castañeda

Protagonizada por Olivia Colman, Emma Stone y Rachel Weisz, La Favorita, es,  curiosamente, una de las candidatas a triunfar en la próxima edición de los premios Oscar. Dirigida por el griego Yorgos Lanthimos, está basada en la historia de Ana Estuardo, primera reina de Gran Bretaña a principios del siglo XVIII.

Sin embargo, esta no es una película de época al uso. El director griego ha presentado una película muy diferente a lo que había hecho hasta ahora, de hecho, se ha salido de su zona de confort al contarnos una historia accesible a un público más amplio. Destaca el hecho que, a diferencia de sus anteriores trabajos, en esta ocasión no es Lanthimos quien ha escrito el guion. El cual propone una historia contada en capítulos, que sin ser un relato épico es una historia de la lucha por el poder, yendo más allá de la típica biopic sobre personajes históricos. Aquí se muestra un retrato humano de una mujer enferma que no está preparada para ejercer el poder y termina atrapada en medio de dos ambiciosas mujeres que la tratan como a una niña, todo ello matizado con un particular humor negro, sello particular de este director.

Abigail (Emma Stone), es una aristócrata caída en desgracia que busca recuperar como sea su posición escalando puestos en la pirámide social de la corte real; Sarah (Rachel Weisz) es la mano derecha de la reina y al mismo tiempo su amante, es el verdadero poder detrás del trono. Ana Estuardo, a cargo de la ganadora el Globo de Oro Olivia Colman, es una monarca enferma de gota, pacata y con baja autoestima. Resulta presa de sus pasiones al no saber qué hacer con el poder y es manipulada por Sarah quien la ama pero usa el poder para su beneficio, mientras Abigail finge quererla.

Mujeres con luces y sombras que, rompiendo con la ética y las normas de su época, se ven puestas en el lugar tradicional del hombre. Un triángulo amoroso que se desarrolla en medio de la corte británica con un fastuoso y barroco palacio como telón de fondo, que nos evoca la corte francesa de Luis XIV en Versalles.

Escenarios vistos a través de un gran angular o lente de pescado que dobla la imagen, y permite apreciar en toda su magnitud los larguísimos pasillos, los grandes jardines, los amplios salones y las suntuosas habitaciones delicadamente adornadas de tapices, pinturas y esculturas, todo lo cual, al contrario de saturar la escena, se constituyen en el escenario ideal para que las particulares personalidades de las protagonistas se involucren en sus juegos de amor, seducción y poder.

Un aspecto para destacar en esta producción es su iluminación. Predominan las velas, las lámparas y la luz natural, muy acordes al espíritu de la época. Un trasfondo que pareciera cobrar vida convirtiéndose por momentos en un personaje más.

Luego está la corte, un pequeño mundo de aristócratas apartado de la realidad más allá de las puertas de un palacio gobernado con sus propias leyes, donde los hombres están relegados al simple rol de accesorios. Obsesionados con las apariencias, gastan su tiempo en intrigas, juegos y diversiones personales.

Hay detalles muy físicos de los personajes que contrastan con el glamour de la corte, pues sin llegar a escenas escatológicas que causen rechazo en el espectador, se les siente muy humanos al verlos en su cotidianidad.

Finalmente, para quienes gusten de fijarse en detalles, vale la pena mencionar que podrán encontrarse con algunas metáforas históricas que matizan los fuertes dramas personales de las mujeres de la época. En conclusión, esta película puede catalogarse como un relato sobre la moral humana y su relación con el poder en la piel de tres mujeres de su tiempo.

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