El Dorado, un salto a la laguna del rock

Por Manuel Estévez

@Sonoadicto

No tanta gente entiende o conoce la importancia de Aterciopelados en nuestra cultura moderna.

Héctor Buitrago merece una estatua en el centro de Bogotá, y que no la tumben. Fue uno de los primeros punks, fundó junto a Francisco Nieto y Dilson Díaz La Pestilencia, ha compuesto o cocreado varios de los mayores himnos de la historia rockera colombiana, introdujo al país en el movimiento alternativo gracias a su programa de radio y sus bares legendarios. Varias cosas.

Andrea Echeverri y sus corazones dieron esperanza y actitud a la música femenina, adoptó el kitsch como su arte y lo explotó, nos hizo entender el rock como un lenguaje de barrio, dictó cátedra de moda y su invencible voz aun retumba inconfundible en las calles de la ciudad. Se convirtió en un modelo, en un ser o estar.

Comprendí la importancia de Bolero Falaz el día que vi al prisionero chileno Jorge González cantándola en un evento creo de MTV, el tipo desafinadísimo pero contento por interpretar un hito juvenil latinoamericano.

Estuve en Kaliman el día que estrenaron el videoclip de la canción. Fue de la nada simplemente lo pusieron. Lo mejor: aplaudimos como cuando aterriza un avión. Todos odiamos la maldita Troncal de la Caracas, pero verla ahí si produce nostalgia. Nostalgia por una Bogotá más peligrosa, pero de juventud más arriesgada y sonoramente variada. Y me preguntó ¿25 años ya? Hijueputa, mucho tiempo.

Hablando de estar, he estado en varios “momentos aterciopelados”. En lanzamientos de discos (En el de Río y les tomé las peores fotos de mi vida, soy una vergüenza), trasteos (cargué los premios MTV una vez), entrevistas chistosas (me mandan a preguntarle a Andrea por la venta de música digital y ella me dice a su estilo que para eso tiene disquera) o cuando Héctor me dice con voz baja que extraña el punk.

De vuelta en 1995, vi el video de Florecita Rockera y claro, la protagonista era conocida de los bares alternativos. El Salto del Tequendama y esas flores como en tela. Psicodelia y el pedacito reguesudo. Esa canción siempre me ha gustado. Leonor González Mina tiene una versión del putas, búsquenla mis canes.

No todo me tiene que gustar. Candela me pareció siempre una canción horrible. Desafinada en la misma grabación y en vivo mis oídos le decían a mi cerebro: “ignóralo y baila”.

Mi favorita indiscutible es El Diablo, cuanta nostalgia, esas guitarras limpiecitas. Me sentía en la sala de la casa y veía a mi abuelita contándome una historia maravillosa de rebeldía. “Toda la vida, toda mi vida he temido al diablo”.

La Estaca era el kitsch de lo kitsch. La Mujer Maravilla en zorra móvil por San Vitoco. Ahí dije: “ummm se están pasando”. Pero bueno, captaban al público con su letra humorística.

El Dorado, apareció el 24 de octubre de hace un cuarto de siglo. Y consolidó a una banda que sin discos fastuosos era la favorita del público. Su debut, Con el corazón en la mano, es mi favorito pero no suena tan bien. De hecho tiene muchos problemas, pero es que era punk, pop y Bogotá. Tremendo.

El Dorado, producido por Federico López en Audiovisión, es punk, rock, pop, tropical, carrilera, balada americana y Santa Fe de Bogotá.

Van a festejar este aniversario, pero por ahora respetan el tema sanitario. Pronto hablaremos de fechas.

Posdata: He escrito bastante de Aterciopelados últimamente, prometo bajarle.

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