La Ballena, una historia de dolor y segundas oportunidades

Por Andrés Castañeda

En el centro del mosaico de cámaras de una clase virtual hay un recuadro negro. Es la única cámara web apagada. Detrás de ella esta Charlie, un profesor universitario que dicta un curso de escritura en línea. Pero la cámara no está descompuesta, es solo que Charlie no desea ser visto por sus estudiantes, quienes solo lo conocen a través de su voz. Él sabe que su obesidad mórbida los asustaría, por ello siempre se esconde del hombre que le trae comida a domicilio. Y aunque recibe cuidados de su enfermera Liz, Charlie se niega a ir al hospital. A veces lo visita un joven misionero cristiano que busca hacer una buena obra con él, y recientemente ha venido su hija para que le ayude con un ensayo. Aun así, nunca sale de su apartamento

La ballena es la historia de un hombre aislado del mundo al que la obesidad le impide caminar sin la ayuda de un caminador o una silla de ruedas. En el fondo, su deterioro es producto de una perdida que aún no ha podido asimilar. La suya es una historia de dolor cercana al melodrama donde un hombre condenado desde el principio de la película busca su propia redención, una segunda oportunidad. Un retrato de la soledad y la paternidad en el que el director encierra al espectador junto con sus personajes generando una sensación de claustrofobia.

Dirigida por Darren Aronofsky, La Ballena está basada en una obra de teatro del dramaturgo neoyorkino Samuel D. Hunter, escrita y estrenada como montaje teatral en el 2012. Una obra que durante mucho tiempo estuvo entre los pendientes de Aronofsky al no poder encontrar al actor adecuado para interpretar a Charlie, y que, gracias al redescubrimiento de Brendan Fraser, ha podido ver la luz finalmente, convirtiéndose casualmente en la oportunidad que buscaba el actor de La Momia para volver del olvido en el que Hollywood lo había dejado.

La pasada ovación a Fraser en el Festival de Cine Venecia fue un anticipo del impacto que podemos esperar de su actuación. Queda pendiente el asunto de los premios Oscar, pero hasta ahora a la película le ha ido bien en su recorrido por festivales y muestras como los Critics Choice Awards.

El resto del reparto está compuesto por Sadie Sink, conocida por su actuación en Stranger Things, Ty Simpkins a quien vimos hace años en Jurassic World, Hong Chau de la serie Watchmen y Samantha Morton que viene de interpretar a Catalina de Medici en la serie The Serpent Queen.

Y es que, al ser una historia adaptada del teatro a la gran pantalla, en esta oportunidad ha contado con mejor suerte que otros casos similares, pues no es un secreto que siempre resultara difícil traducir lo teatral al lenguaje cinematográfico, sin caer en el acostumbrado formato televisivo.

Independiente de las críticas por gordofobia de las que ha sido objeto en Estados Unidos, o de algunos reclamos por no haber empleado a un actor obeso en aras de una búsqueda de realismo, La Ballena es una buena recomendación para quienes buscan historias emocionales sobre el dolor, con personajes profundos y una suerte de minimalismo que se convierte en un alivio frente al bombardeo constante de grandes super producciones que se acostumbra ver últimamente en Hollywood, y donde lo teatral y lo cinematográfico se ensamblan adecuadamente.

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