Alcarrás vive tiempos nuevos, tiempos salvajes

Por Manuel Estévez

@Sonoadicto

Alcarrás es un pueblo en la región de Cataluña. Posee un ambiente a la antigua, gente tranquila y buena. La familia Solé han cultivado melocotones por casi un siglo. El dueño de las tierras fallece y les avisan que el heredero no va a continuar con el trato que se hizo de palabra en su momento. Es una mirada intima a la familia, sus relaciones, sus momentos y al ambiente que los rodea.

Esta es la segunda película, tras Verano 1993, de la joven directora española Carla Simón. Su triunfo en la Berlinale ha puesto la atención mundial es esta producción bonita y sencilla que cierta manera me recordó Aftersun, una historia que no se desarrolla con tanta profundidad pero cuenta un importante momento en la vida de unas personas. El valor de la cotidianidad llevado a un nivel artístico muy alto

Me encantan dos personajes. El abuelo, a quien se le dedican planos muy bellos con una hermosa fotografía. Un patriarca que hace lo que cree es mejor para todos y cede el turno de ser el jefe a su hijo. Mariona, la adolescente que ve todo y se lo guarda sin dejar de ser una chica vivaz. El personaje escogido por la directora como su autoreferencia.

Los cultivos de melocotón dan paso a un tema de celdas solares de una compañía de energía. Una familia apegada a este fruto, unida cosechando, comiendo, disfrutando. Es como un brutal desarraigo, el fin de un ciclo vital, un estilo de vida. Un película llena de simbolismo sutiles e inteligentes.

Alcarrás tiene mérito por ser una película hablada en catalán, la primera en triunfar en Berlín en ese idioma, y además logra un trabajo actoral más que decente con un equipo integra casi totalmente por actores naturales. Es nostalgia pura y una muestra de que lo local se puede extrapolar hacia la global con buenos resultados, al igual que las miradas propias.

Quizás la película falla como película al presentar muchos temas en simultánea. La adolescencia de Mariona, el problema de los terrenos, la lucha trabajadora, el hermano mayor, los pequeños, el afán del papá por velar por su familia y hacer que le obedezcan, la figura del abuelo, no todos quedan resueltos pero, esa es la vida adulta, hay cosas que nunca se solucionan y se acumulan. Se contextualiza con este nuevo cine vivencial que apela más a sensaciones y sentimientos que a tramas complejas.

La banda sonora es compuesta por Andrea Koch. La colección de canciones está encabezada por Una Canción de pandero, letra original de Carla Simón y arreglos musicales de Ernest Pipó. Complementan la gran Mari Trini con su gran éxito Esa no soy yo; Lao Ra, bogotana radicada en Europa, incluye su canción Patrona; Ya verás de Systema solar completa esta cuota colombiana; Companya eléctrica Dharma aporta la poderosa instrumental La Presó del rei de Franca.

Acá va la música completa.

La familia, la resistencia al cambio, los nuevos puntos de vista, la resiliencia, la jerarquías en medio de la desgracia. Muchos tópicos se tocan en esta película. Carla Simón ya había tenido una autobiográfica primera película. Verano 1993 narra la durísima historia de cómo perdió a sus padres por el SIDA cuando era muy pequeña. Esta es como si la niña creciera y su mundo se derrumbara, pero ella lo soporta. Tiempos nuevos, tiempos salvajes cantaban en los 80s la banda punk española los Ilegales.

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