Por Manuel Estévez
@Sonoadicto

Don DeLillo publica su novela Cosmopolis en el 2003 en medio del miedo y la desolación que la población neoyorquina siente tras el atentado a las torres gemelas. Como otras novelas de ciencia ficción o distopía predice sin miramientos la ocupación de Wall Street, el crecimiento del poderío chino, las crisis del poder y los levantamientos populares. Todos estos hechos que paulatinamente han forjado nuestra historia contemporánea.
David Cronenberg presenta su sofisticada y compleja adaptación al cine en 2012, a penas meses después de la sonada ocupación en contra de la banca en Wall Street. Lleva la narrativa visual completamente a su estilo y entre retorcidos momentos sexuales y estrafalarias conversaciones, critica frontalmente a la sociedad de consumo y a los más poderosos dueños del planeta.
Robert Pattinson se debate entre ser el vampiro juvenil de la saga Crepúsculo y el empezar a rodar producciones de autor más artísticas. Es naturalmente un carepalo y este papel frío y desalmado le viene perfectamente. Eric Packer despacha su millonaria fortuna y su vida desde una limosina blindada que recorre las calles, además su próstata es asimétrica. Nada lo puede sorprender, nada lo conmueve.
El interior de la limosina es una burbuja que lo aleja de la realidad y en la cual solo algunos personajes a tener sexo o reflexionar, en una especie de Forrest Gump de la depravación. La angulación de la cámara le confiere al espacio una bella forma de nave espacial o de cápsula medica futurista. El exterior importa en lo «importante», no en lo real. También puede ser una alegoría a que el sistema regente puede lucir destruido por fuera pero estar intacto y fuerte por dentro.
Samantha Morton, Julliet Binoche, Sarah Gadon, Paul Giamatti, Abdul Ayoola, entre otros, completan un elenco sombrío que da la sensación que Cronenberg se mete ligeramente en los terrenos de David Lynch.
«Morir es un escándalo pero a todos nos pasa». La película está llena de frases interesantes captadas del libro que elevan el nivel meta de los diálogos. El propio autor es coguionista junto a Cronenberg.
Paralelo al descontento social se realiza un tributo a un popular cantante de hiphop recién fallecido (interpretado por Knaan, quién aporta la canción Mecca). Al cual se le idolatra como una especie de Blancanieves negra muerta impoluta en una urna de cristal.
Cosmopolis tiene momentos muy Crash, el sexo en el auto; el diseño de la limo nos recuerda ese asomo de ciencia ficción; el lugar de Benno Levin está tomado de Naked Lunch o eXistenz. Cronenberg se homenajea a sí mismo todo el tiempo con un asomo mayor de violencia física del usual.
Es como una canción de rap virtuosa y a capella con toneladas de diálogos y apenas unos breves momentos de música a cargo del prestigioso compositor Howard Shore. Uniendo fuerzas con Metric, cierran los créditos finales con la canción Long To Live.
Los dos extremos de la sociedad se tocan. Elite y lumpen, lo mismo en distinto empaque. Palabra inteligente y pesada que gira en torno a la franqueza y la descripción descarnada de lo que cada uno tiene para dar.
