Por Manuel Estévez
@Sonoadicto

Túnez es una sólida democracia. Quizás la nación del mundo árabe menos restrictiva con las mujeres, a pesar de su mayoría musulmán. 163000 kilómetros cuadrados para una población cercana a los 12 millones de habitantes. Su capital da nombre al país. Su historia cinematográfica empieza a finales del S XIX cuando los hermanos Lumiere proyectan en París un compilado acerca de su vida cotidiana.
Las heroínas y vengadoras tampoco son tan nuevas en el cine. La teniente Ripley o la princesa Leía fueron la punta del iceberg comercial de mujeres dispuestas a la violencia física y la estrategia para vencer en batalla. Las vengadoras de películas como Spit On Your Grave o las vírgenes sobrevivientes de los slasher dieron pautas y luces valiosas.
En 2014 Una chica regresa sola a casa de noche amenaza al mundo masculino en una ficticia ciudad iraní.
En 2020 Carey Mulligan es un Prometedora Joven que finge estar ebria para darle un susto a los hombres que desean acostarse con ella en medio de la borrachera.
Estos antecedentes son importantes para explicar y reseñar la película tunecina Black Medusa. Nada aparece en las noches a humillar y asesinar a hombres por una deuda que el patriarcado le debe y que jamás se específica de manera explícita.
Ismaël y Youssef Chebbi dirigen y escriben esta necrofílica historia en la cual la asesina se convierte en la última confidente de sus víctimas.
Ocasionalmente vemos a la protagonista de día. Es una tímida empleada en una empresa de diseño que entabla una relación amistosa, tierna, cómplice y cercana al amor con una joven dibujante. Claramente Nada repudia las relaciones y el sexo.
Imed Alissaoui realiza un preciso y precioso trabajo con una cinematografía en blanco y negro que confiere momentos visualmente llamativos y además se permite pasar de lo lúgubre a los bonito a conveniencia del guión.
El músico Omar Aloulou presenta una propuesta oscura y melancólica con momentos de cuerdas o piano y otras de guitarra acústica, para cerrar con una pieza distorsionada de guitarra, bajo y tambourine. Hay una gran porción de la película que no tiene música.
Nada no es una heroína, es una villana, que se desquita y siente placer haciendo sufrir. No se transforma en pantalla. Una asesina silenciosa que poetiza los últimos momentos de sus víctimas y les permite desahogarse de lo que ellos deseen para luego terminar con sus vidas y al final sentir asco de su propio placer. Dos directores y editores con un concepto visual propio que confiere a la película un estilo. Una narración ágil y un misterio criminal por develar.
