Por Manuel Estévez
He acudido a esta cita que por 20 años, y con diferentes medios, he podido cumplir como periodista.
El fin de semana de Rock al Parque es un momento especial para la música, los comunicadores, los empresarios y en general, todo el ambiente relacionado con la industria y la escena artística.
Ese ha sido un año complicado en el mundo y en Colombia. Una sensación general de incertidumbre económica, laboral y social.

Rock al Parque no ha sido ajeno a estas situaciones y hemos vivido una edición bastante cuestionada y con notables recortes de presupuesto. Sucede solo 6 meses después del anterior.
Tuvimos las tradicionales tres jornadas acompañados por una de las climatologías más extrañas que he visto en mi vida. Lluvias flash intercaladas con soles picantes. Un día seco, otro humedo helado y el último predominante lluvioso.
De la primera fecha no tengo duda en que lo mejor que vi fueron los brasileros Black Pantera, a años luz de un metal que más que tradicional suena viejo. Por su conexión con el público, su virtuosismo particular, ganas y claro mensaje político.

El cierre general con los legendarios Dismember debió ser épico, pero la máquina sueca de death metal tuvo un muy mal sonido, lo que impidió que esto sucediera.
Por el lado colombiano hay propuestas en consolidación como Okinawa Bullets o Devasted, pero es un día que general sigue dependiendo de clásicos como Hirax, que para mi gusto fue lo mejor que programaron esa fecha en el escenario principal.
El segundo día prometía muchas cosas pero el tráfico, el clima y la distribución de la programación jugó en su contra.
Personalmente no alcancé a ver los primeros artistas distritales, grandes damnificados de una distribución pensada no para impulsarlos sino para sacrificarlos a cantarle a la naturaleza y a sus papás.
A media tarde se sintió un tiempo muerto durante el cual genuinamente no encontré nada de mi gusto. Allison no es mi banda favorita pero admito que fue lo más celebrado de ese día y motivó un importante movimiento de público.
Hermana Furia, estuvo muy correcto y sorprendió. La tanda de Policarpa y Sin Pudor cumplió. Descartes a Kant y Él Mató a un policía motorizado de lejos artistas consolidados. Los tapatíos con un show milímétrico y conceptual, los platenses con sus letras sencillas y reflexivas, no ‘crudas’ como algún pasante de Idartes escribió.

La jornada tres tuvo una tarima Eco homogénea que nunca decepciona. Rex Marte, Carmen Sea, The Monic y Bala. Las estupendas gallegas Bala, fueron sensación hace unos años pero ya no sonaron tan ‘innovadoras’ por una hermosa razón: ya se ha normalizado la presencia femenina en bandas de música pesada.
El escenario Bio se consagro al punk y el hardcore, destaco la presencia de Somer, banda del Quindío, que se hizo respetar en tarima a pesar de algunos problemas técnicos. Artistas como Sin Nadie al Mando, Grito y Madball, ya son prenda de garantía de poder, conexión con el público y ‘espíritu rockalparque’.
La tarima principal abrió de forma lujosa con Hermanos Menores, banda bogotana de experimentación audiovisual que mereció un mejor horario para ser aún más destacada.
No vi al Gran Silencio pero me dijeron que fue un show espectacular. Don Tetto hecho más pólvora que la feria de la panela, sonó con fuerza y en un momento subieron un conjunto mariachi.
Como viejos anarcos y jodones que somos nos fuimos antes del cierre.

Consideraciones
Vamos por puntos, desde mi perspectiva como periodista acreditado.
Un cartel, que si bien no era costoso ni tan taquillero, sí presentó artistas independientes interesantes.
Al no haber tanto público era sencillo ir a comprar comida y cosas en la zona de emprendimiento.
Es bueno tener la posibilidad de acceder a las charlas dentro del mismo evento sin estar yendo a las 10 am a la Cinemateca. La cosa fue que supe dónde estaba ubicada la carpa el último dia a las 6 pm.
La intención de la zona DJ y actividades alternas relacionadas con el mismo festival. No se trata de obligar a la gente a que consuma bandas a la fuerza y así se les relaciona con el entorno en general de la escena. Aunque le quita espectadores a los shows.
Sé que los patrocinios son difíciles de conseguir pero Electrolit y Poker, hacen que sea indispensable conseguir el apoyo de Bonfiest y Lomotil por coherencia. El primero se siente enguayabado y en el segundo es una bebida alcohólica.
Los medios de comunicación que van a grabar un pogo y entrevistar a los internacionales cada año y no pasan de ahí.
La falta de articulaciones en generar redes eficientes entre Idartes y los medios y creadores de contenido que cubren el festival. Les ahorraría mucho trabajo, ayudaría en difusión organica de las bandas y haría de estas acreditaciones un valor de mayor peso.

La inmensa e innecesaria zona VIP, sobre todo en la tarima principal. El no acceso a los fotógrafos al foso frente a Bio y Plaza.
El problema de la venta y adquisición de manillas por parte de inescrupulosos. Aun ve uno mucha gente llegar con manilla de Piscilago. Es un festival gratuito.
La carpa interna de prensa en algún momento jurásico brindaba agua, café, había un televisor para ver la transmisión y ofrecía tomas electricas suficientes para recargar equipos. Todo eso es un bello recuerdo hoy, no es por exigente sino por facilitar el trabajo.
Por favor no mas bandas distritales tocándole a los peces del lago. No es Estereo Picnic, es un evento hecho originalmente para la cultura rock capitalina. Qué tal 2 o 3 artistas llamativos para el público en las dos tarimas grandes. Uno que abra, otro al medio y otro que cierre.
Hay veces que cuando criticamos o comentamos de manera negativa los periodistas podemos parecer enemigos y todo lo contrario. Los enemigos del festival son los que al no tener criterio o querer quedar bien con la administración de turno alaban de forma desmedida. No aportan una construcción de imaginarios y condenan al evento a más de lo mismo.
La competencia desigual con el festival privado Cordillera y el mismo Estereo Picnic ha sido dura, pero Rock al Parque logra mantenerse. Sobrevive a la carga política que le han endilgado y la forma como lo emplean para lavar la cara de funcionarios.
Un público bogotano difícil que de forma muy grosera agrede a los artistas en redes, no está contento con nada, se queja del cartel, pero se agolpa para ver una banda ya prácticamente extinta como Mago de Oz.
Y sin embargo, Bogotá es un destino soñado para muchos artistas Iberoamericanos. Algo tenemos, algo sabemos. La magia del rock nos bendice. Aprovechemos para rezarle a nuestro Dios y queramos esta cita orgíastica donde la vanguardia y lo arcaíco se juntan. Larga vida a los artistas bogotanos y Palestina, Catatumbo y Cauca libres.
