Por Manuel Estévez

El periodismo musical está profundamente malentendido en nuestro país. La misión de la televisión es educar, no sólo distraer y vender. Chismes, autopromociones y publirreportajes invaden la sección más larga de los noticieros. Los periodistas especializados están ubicados en medios independientes y las “caras bonitas” hacen su aparición en los grandes. El círculo de agrava cuando el público no entiende y se idiotiza viviendo la vida de otros en las secciones de farándula de los noticieros.

Nunca he entendido porqué medios tan serios no tienen personas que sepan de música y le dan a esta la importancia que no hasta hace mucho tiempo tuvo en la televisión, como cuando existían programas musicales. Cada día somos más ignorantes como nación, por poner un ejemplo creo que nuestro gusto musical era más refinado hace 20 años y me atrevería a decir, en mi experiencia como docente, que a pesar de la explosión de cultura que hemos tenido nuestros jóvenes son más distraídos, facilistas y perezosos que hace 10 años.

La culpa no es sólo mediática, el público debe ser responsable de lo que ve, pero el Estado proteccionista de los setenta y ochenta tiene parte de culpa al no haberle permitido formar criterio a la gente, cuando nos presentaban programas culturales los veíamos y ahora que nos presentan basura igual la vemos. Antes ver novelas era de mujeres, series policiacas de hombres y dibujos animados de niños. Después de las 10 y media salía una que otra teta o se escapaba una mala palabra. Ahora pasa a toda hora tod@s vemos todo y los televidentes no saben filtrar contenidos.

El periodismo musical televisivo, con algunas excepciones, se reduce a saber si le gustan las mujeres colombianas, qué opinan de Shakira y Juanes y obviamente al publirreportaje del evento o producto.  Ejemplos vergonzosos hay muchos y de muy variada calibre como la sonada entrevista en Caracol a Coldplay y la mayoría de las entrevistas mi jocosa periodista Pilar, de quién nunca he podido saber de qué se ríe.