La Zona de Interés. Auschwitz, la casita de campo de los Hoss

Por Manuel Estévez
@Sonoadicto

Cuando pensamos en una película de terror creemos que debe estar habitada por monstruos, fantasmas o demonios. Rara vez entendemos que pocas cosas pueden llegar a ser más terroríficas que el ser humano. Una especie capaz de los horrores más grandes cuando cree que está haciendo lo correcto y se junta con otros de ideas parecidas.

El realizador británico Jonathan Glazer dirigió algunos de los videos más icónicos de la década de los 90s. Homenajeó a Kubrick en The Universal de Blur (que a su vez refería 1984 de G Orwell en la canción); nos sumió en episodio muy Kundera en Street Spirit de Radiohead y jugó con los amoblados en Virtual Insanity de Jamiroquai. En 2013 dirigió a Scarlett Johansson como un alien asesino y coqueto en la densa y lúgubre Under The Skin. Para 2024 regresa con su cuarto largometraje. La historia de una familia ejemplar viviendo en su casa de campo con un padre bondadoso y cariñoso quien no es más que Rudolph Hoss, el comandante del campo de concentración de Auschwitz.

La Zona de interés es una de las grandes películas de este año. Se define a partir de un trabajo expresionista en la banda sonora a cargo del talentoso Mica Levi, quien ya había trabajado con Glazer previamente, y una dedicada investigación realizada por Glazer realizada por el director y el productor Jim Wilson, a partir del libro homónimo de Martin Amis. Asistimos a la rueda de prensa que Jonathan y Jim brindaron para los medios y votantes de los Globos de oro y fue un honor maravilloso poder contactar directamente con ellos.

Jim y John venían trabajando este proyecto meticulosamente. Estaban interesados en contar esta historia. «Estuvimos hablando desde que salió Under The Skin sobre hacer una película sobre el holocausto desde una punto de vista no tratado previamente. La vida cotidiana en un campo de concentración que en el libro es ficticio pero nosotros lo aterrizamos y buscamos las historias personales verdaderas de quienes lo habitaron. Una puerta de entrada a esta historia«, recuerda Jim.

Jonathan Glazer la define de una manera muy simple: «Es una advertencia más que otra cosa. Es ver a esta gente como nuestros vecinos y no ponerles misterio. Se asociaron para causar los horrores de la guerra. Vivían con lujo y tranquilidad«.

La película no es proyecto nuevo para nada. Su proceso fue quirúrgico, mutante y muy largo. «En términos de nuestra ruta y lenguaje, el libro está en inglés pero nunca se nos ocurrió hacerla en un idioma diferente al real (polaco, alemán e inglés). Hubo un breve periodo en 2015 en que ideamos un triángulo amoroso de la esposa del comandante con un militar. Pero no queríamos romantizar a Auschwitz y que cayera en un tema de infidelidad para los medios. Fue diferente de Under The Skin. Un proyecto más grande y largo. Mucha investigación, archivos, historias de los personajes reales. Nos tomó años de trabajo«.

Frente al dilema ético, el productor es muy claro: «Hay mucha gente brillante que ha hablado del holocausto y lo ha sacralizado. Se ha mitificado en torno a la maldad y quisimos hacerlo mucho más objetivo. Cómo está gente ordinaria pudo hacer esto y cómo se conectan con nosotros. Quisimos mostrarnos en un espejo». Añade algo que podría estar en el imaginario popular: «Si nos preguntan si nos gustan los nazis sería reduccionista. Ellos tenían su familia y la cuidaban. Su trabajo era asesinar familias. Tenían empatía selectiva«.

La música es un proyecto industrial que de conforma capas de sonidos cotidianos y los mezcla con samplers metalizados, dimensionando el horror de lo uno está viendo. «Mica y yo somos buenos amigos. Desde Under The Skin. Escuche 20 segundos de un proyecto experimental que estaba haciendo y le pedí que hiciera la música de la película. Es muy especifica para cada momento. Es maravilloso tener una relación cercana, estamos sumergidos en el mundo juntos. Estuvimos por meses en el mismo cuarto. La idea es crear algo brillante que aporte a la película. Estaba muy encadenado con lo que queríamos«, recuerda Glazer con amabilidad.

El aporte técnico de Lukazs Sal en la cinematografía fue vital para narrar una historia sin artificios. Jonathan nos cuenta esto con una gran poesía visual: «No se uso luz artificial, la luz del cuarto de la suegra venía del crematorio. ¿Vamos a filmar una chica en Polonia en 1945, cómo se haría? Calibramos cuidadosamente las cámaras, no buscábamos hacer una pieza de museo 80 años después sino recrearlo de manera natural, bella y vivaz«.

La magia de La Zona de Interés es la sorpresa. El no tener claro lo que vemos y cuando ya es demasiado tarde estamos sumergido en un brea viscosa que hace que nos sintamos sucios y aterrados. Una alerta a cuan viles podemos ser. Lo peor radica en sentir una soterrada solidaridad ante la obvia reacción de Hedwig, esposa de Hoss, encarnada por la celebrada Sandra Hüller, indignada porque debe abandonar su casa donde están tan cómodos y el trabajo le queda cruzando un muro a su marido. El colmo con esta buena familia.

Agradecimientos a A24.

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